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lunes, 18 de octubre de 2021

CUATRO PALABRAS SOBRE LA ESPADA Y EL LAÚD DE DON JUAN PALOU Y COLL.

CUATRO
PALABRAS


SOBRE


LA
ESPADA Y EL LAÚD


DE


DON
JUAN PALOU Y COLL.


Aquel
criadero de incomparable poesía, aquel palacio encantado de la
imaginación, aquella palestra de las pasiones más sublimes, aquel
paraíso del pensamiento nacional que, galeote sin ventura de todas
tiranías, allí sólo encontraba refugio deleitable, aquel teatro
español, de veneranda y gloriosísima memoria, es hoy vergüenza de
propios y menosprecio de extraños. Una turba bullidora de
inteligencias ruines hormiguea allí en donde ingenios peregrinos,
convirtiendo la quinta esencia de sus espíritus en rimas puras como
el oro y musicales como la plata, despertaban con ellas el sonoro
corazón de las muchedumbres. Lo que más caracteriza a esos
jornaleros a destajo que, salvas poquísimas excepciones, señorean
la escena patria es, amén de su fecundidad verdaderamente milagrosa,
lo débil, enfermizo y miserable de su numen. No busquéis en sus
raquíticos engendros un sólo átomo de vitalidad sana; todos nacen
éticos. Por esto, lejos de recibir con desvío producciones como La
Espada y el laúd que, si de algo pecan es de exceso de fuerza y
plétora de vida, hoy más que nunca deberían acogerse con gratitud
señalada. Si algún lunar tiene esta obra inspiradísima, hijo es de
un verdadero genio dramático; y valen más los extravíos del genio
que los aciertos casuales de la necedad.


El
Sr. Palou acostumbra dar sus reñidas batallas de pasiones y
sentimientos dentro de un espacio muy angosto, y en él guerrean con
encarnizado empuje, sin que apenas sufra menoscabo la destreza de las
maniobras, ni amaine un punto la serenidad del que las dirige, ni el
ardoroso brío de los contendientes haga degenerar el combate en
confusa y desordenada pelea. Sin embargo, a ser más autorizada
nuestra voz, aconsejaríamos al Sr. Palou que procurase ensanchar
algo el ceñido círculo en donde luchan los afectos y pasiones de
sus dramas, disminuir el número de los combatientes y no efectuar
las operaciones con tan vertiginosa rapidez. Sus luchas dramáticas
tienen espectadores y pueden estos no ver tan claro desde fuera del
palenque como el autor desde dentro; y por lo mismo, no tributar
completa justicia a su portentosa habilidad.


De
lo que llevamos dicho, implícitamente se deduce que, en nuestro
humilde sentir, lo que más enaltece los dramas del Sr. Palou es su
valor psicológico. El de La Espada y el laúd es a todas luces
acendrado. Para justipreciarlo debidamente basta fijar la atención
en los caracteres principales que descuellan en el drama que nos
ocupa.


AUSIAS
MARCH
... (Ausiàs March, poeta valenciano, en lengua valenciana) Verdadera encarnación de la poesía contemplativa
enguirnaldada con la celeste aureola de un amor puro y extático,
es una figura arrancada de los versos mismos de aquel gran poeta
provenzal
. Su alma es toda profundo lirismo y reconcentrada
pasión. En carecer de carácter exteriormente activo consiste y debe
consistir su carácter, pues su actividad es eminentemente interna.
De esta clase de levantados espíritus pudiéramos decir, a
perdonársenos lo técnico de la frase en gracia de su actitud, que
su fuerza centrífuga es insignificante, y poderosa, por lo
contrario, su fuerza centrípeda. Si alguna vez, menos por
motivos de utilidad práctica propia o ajena que a impulso de móviles
puramente abstractos, toman parte en los acontecimientos del mundo
exterior, suelen hacerlo de una manera brusca o distraída y floja.
Viven como anacoretas en el silencioso retraimiento de la meditación
o en el oasis regalado de la fantasía:


y
sólo penosamente salen de estas regiones intelectuales. He aquí por
qué el Sr. Palou ha dado a su protagonista cierto carácter
relativamente pasivo, he aquí por qué la hazaña que realiza es tan
maravillosa como instantánea; he aquí por qué guarda en la acción
cierto aire, digámoslo así, desorientado que es su mayor y más
artística belleza. Para él, su adorada Teresa no es simplemente un
dechado de hermosura y un ángel de pureza, es el imán de su
imaginación acalorada, el astro radiante del cual su alma es
girasol. El ultraje sangriento hecho por Don Martín a su honor y a
sus blasones, a trechos, a ráfagas encienden su ira, pero no logran
desquiciar su corazón del arrobamiento lírico y amoroso que le
avasalla. Finalmente: cuando su hermana Beatriz le enseña súbito al
villano raptor de su honra, Ausias sediento de venganza y
próximo a lanzarse sobre su presa, se detiene de pronto y exclama en
son de reconvenirse a sí mismo:


¡Ay!
¡ídolo mío!...
¡ya me olvidaba de ti!


¡Triunfo
del amor absorbente del poeta que arrastra todas sus potencias
espirituales al centro de su alma, alcanzado a costa de otro
sentimiento expansivo y diametralmente contrario! ¡Rasgo magistral,
pincelada profunda que pone en claro de repente el carácter del
poeta enamorado!


TERESA...
Pocas veces hemos admirado en la escena una personificación tan
sublime del amor femenino. Teresa ama con su cerebro, con su corazón,
con sus nervios, con todo su ser. Ama como amarán las mujeres el día
que Dios se digne realizar en su alma algunas mejoras urgentes. La
gloria del trovador y los hechos hazañosos del soldado cautivan la
parte poética y fantaseadora de su espíritu; la gratitud, por haber
salvado la vida a su hermano y a ella, acendran su irresistible
simpatía; súbela de punto la férrea voluntad de su padre, que la
obliga a casarse con un ambicioso de aviesos y vulgares instintos. Su
amor recorre toda la escala cromática de la pasión, delicada y
fuerte a un tiempo, hasta estallar en el do de pecho del último
acto. Nace en el cielo de su alma, un amoroso afecto, cual nubecilla
atornasolada y leve: poco a poco se espesa y aploma; la surcan a
ratos ráfagas de pasión incandescente, conviértese por fin en una
tempestad.
Después que Rebolledo ha explicado a Don Martín el
horroroso peligro que acaba de correr su hija, y del cual
bizarramente ha triunfado el heroico esfuerzo de Ausias March, dice:

TERESA. ¡Padre!
REBOLL. ¡Qué quieres!
TERESA.
(Besándole la mano.) ¡Ay, padre!


(Bajo
después de mirar con recelo y aversión a Martín.)


¿Me
amáis?
Con este rasgo profundamente delicado indica Teresa su
afecto por Ausias, su odio al capitán, y toma el pulso al corazón
de su padre para calcular los grados de resistencia que podrá oponer
su cariño paternal al que ella siente por el poeta guerrero. Si en
tan tremenda lucha queda vencida, no por esto llevará al odiado
verdugo de su dicha ni un pensamiento criminal. La fortaleza de su
virtud le inspira los siguientes versos:
«Que la que noble ha
nacido


y
por fiel y honesta pasa,


no
ha de llevar cuando casa,


una
lágrima al marido.»

Aquel maravilloso instinto que crece y se
desarrolla al abrigo de toda pasión, hace adivinar a Teresa, que
para el apetecido vencimiento necesita auxiliares. Empieza por
conquistarse las simpatías de Beatriz, aun antes de saber que era la
hermana de su amado. Pero si nadie la ayuda, si las armas con que su
ingenio cuenta son inservibles, armado está su corazón, hercúleo
es su brío: luchará sola.
Violante le dice:


Nadie
en tu apoyo hallarás.”
Y ella contesta:


¿Sí?
pues mira, eso bastara


para
que yo más le amara...
si pudiera amarle más.”
Así
procede la pasión en hidalgos pechos.
¿Queréis amilanar a los
ruines? Dejadles solos en el combate.
¿Queréis envalentonar a
los esforzados? Negadles todo auxilio.


El
tercer acto de La Espada y el laúd es un volcán, las pasiones del
drama rebientan en tremendas erupciones. La de Teresa ruge,
truena, estalla. Sabe Rebolledo, ya convertido a la religión
apasionada de su hija, ya enemigo de Don Martín, que éste prepara,
junto con Garcés, una emboscada para asesinar a Ausias apenas salga
de la cárcel, en la cual una orden del rey le tiene preso; sabe
también que Violante y Teresa para esquivar la indignación
formidable del monarca, han ido a romper sus prisiones. ¡Trance
cruel! Vuela a impedir la catástrofe amenazadora.

REBOLL. (Va a la
puerta y exclama):
¡Maldición!...


¡Abierta!
¡Instante cruel!


Si
es cierto lo que ha contado


Doña
Beatriz, y han librado


a
Ausias March... ¡Mísero de él!...


Le
asesina ese traidor...


Aún
le puedo yo salvar.


Vamos
antes a mirar


si
aún está preso.


Teresa
y Violante acechan entre la sombra a este bulto que la oscuridad no
les permite reconocer. Primero le creen enviado del rey para impedir
la fuga de Ausias.


Después
un pensamiento desvariado, aunque compatible con la violenta zozobra
que las enloquece, las hace sospechar que es el rey en persona. Una
idea se les ocurre de golpe, una idea esencialmente propia de dos
mujeres, unidas por el lazo de fuego de una común exaltación:
encerrar al hombre de cuya repentina llegada a la cárcel auguran las
más terribles consecuencias para el objeto de sus cuidados. Con dos
pinceladas centelleantes rasguea el autor la situación moral de
Teresa.


PRIMERA.


VIOL.
(Aplicando el oído a la puerta.) Este hombre ya baja.


TERESA.
Es ley.
que espere hasta que mi amante
trasponga el Ebro,
Violante.


VIOL.
¡Si es el rey!
TERESA. ¡Que espere el rey!


SEGUNDA.


REBOLL.
(Dentro, con voz de trueno, empujando la puerta): ¡Abran!


TERESA.
¡Padre!


REBOLL.
¡Que asesinan


a
Ausias March!


Ter.
y Viol. (Alteradas): ¡Jesús!
REBOLL. Abrid.
TERESA.
(Pidiendo a Violante la llave, que ella misma estrecha
convulsivamente en su mano): ¡La llave, la llave!


¡Si
esto no es unir la más exquisita naturalidad con la mayor violencia
de la pasión, confesamos paladinamente que desconocemos las leyes
más rudimentarias del corazón humano! Si un amor tan magistralmente
dramático no merece los aplausos de la prensa y del público, peor
para el público y peor para la prensa.


BEATRIZ...
Nada exaspera tanto a los corazones leales como una torpe y


cobarde
villanía: por esto la culebra de un odio mortal se enrosca en el de
Beatriz, apenas se ve infamemente abandonada por el ladrón de su
honra. La madre de Beatriz baja al sepulcro anonadada bajo el peso de
tan atroz desventura: esto acaba de enconar su herida, y presta
cierto sello sagrado a sus propósitos de venganza. Toda la sustancia
de su alma se hace odio odio egoísta, odio sin tregua, sin descanso,
sin cuartel. El valor de su hermano, el amor de Teresa, son para ella
dos dagas de acerada punta. En Ausias y en su amada sólo mira dos
poderosos instrumentos de su vengadora misión. No será ella quien
pordiosee la mano de su enemigo para satisfacer las sandias
exigencias de una sociedad cuyo voto desdeña. Quédense estas
miserables transacciones que el mundo apadrina para las mujeres al
uso cuya rastrera virtud sólo es en el fondo miedo del qué dirán.
Beatriz ha salido del claustro, en donde con fingido nombre moraba,
para lavar la mancha de su honor con la sangre vil del que se lo ha
robado; una vez satisfecho su anhelo, al claustro volverá. Así sale
de su cueva solitaria la ensañada leona en busca del que la arrebató
a sus cachorros, le encuentra, le acomete, se embriaga con su sangre,
y rugiendo de terrible júbilo, entra otra vez en su guarida.


REBOLLEDO.
Hay en él dos hombres en uno: el hombre de dos limpios pensamientos,
de noble, alto y vigoroso sentir, y el hombre de preocupaciones
aristocráticas, amigo de sus blasones y ganoso de acrecentar el
lustre y poderío de su casa. El primero aboga entusiasta por Ausias
March, y con el fuego de la más entrañable convicción, pondera su
heroísmo y la gloria poética que en los torneos del gay saber
alcanzará. Mima el otro su orgullo y encarece los medros que a sus
timbres y a su fortuna acarreará el casamiento de su hija con Don
Martín que un fatal compromiso abona, y la voluntad de un rey
terrible ordena. Estos dos hombres luchan y forcejean a brazo partido
en la arena calcinada de su espíritu, ora uno, ora otro miden el
suelo hasta que el hombre natural vence al artificial, y triunfa de
la nobleza de blasón la del alma. Toda la del valeroso anciano
brilla en los siguientes versos:
“Oíd, y Dios es testigo
de
que estoy acostumbrado
a sentir, como soldado,
mucho más de lo
que digo.”
Y centellea en estos otros que profiere rabioso al
temer que Don Martín y Garcés haya tenido la alevosía de asesinar
a Ausias:
REBOLL. “La impunidad se prometen...
(A Teresa que
quiere irse por la derecha.)
¡Quieta! - Si el crimen
cometen...
¡Canas mías!...
(Saca la espada y dice con
desvarío.)
¡Hierro mío,
que la misma edad contáis,
de mi
vida honradas huellas...
maldición en ti... y en ellas...
si
en su sangre no os bañáis!”
Así se expresa el héroe canoso,
en quien la nieve de los años no ha enfriado la bravura del
corazón!
DON MARTÍN... Carácter crónicamente vulgar amasado
con el cieno de un libertinaje sin imaginación y de una vanidad
desenfrenada. Por capricho sedujo a Beatriz; por haber mejorado de
fortuna la abandonó; por ambición y codicia desea enlazarse con
Teresa. Así son y han sido y serán todos estos tenorios en
calderilla que la putrefacción social engendra, que las mujeres
miman, que la impunidad envalentona, que el mundo premia con los
resplandores de un prestigio tan majadero como infame.
Dos
acciones hay en La espada y el laúd, pero que convergen a un foco
común. Forman dos círculos concéntricos, de los cuales el amor de
Teresa es el círculo máximo, la venganza de Beatriz el círculo
mínimo, y Ausias March el centro. Los demás personajes son otros
tantos radios.
Por lo mismo es indudable que Ausias March es el
verdadero protagonista del drama mencionado, aunque conserve en la
acción el carácter exteriormente inactivo de que hemos hablado
antes. Enumerar los bellísimos pormenores de fondo y forma que lo
avaloran, sería tarea por demás prolija. El ligero análisis que de
sus admirables caracteres acabamos de hacer, basta para señalar
dicha producción como joya de muchos quilates, que una conjuración
de circunstancias desgraciadas no ha permitido al público ni a la
prensa de Madrid apreciar debidamente.
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jueves, 20 de septiembre de 2018

PRIMERA JORNADA. NOVELA DÉSSIMA

Lo mestre Alberto de Bolonia fa discretamen avergoñís a una Siñora que volíe humillál an ell per está enamorat de ella.

Quedabe, al acabá Elisa, la radera novela per a la Reina, la que, en femenina grássia escomensán a parlá, va di:
Nobles joves, com a les clares nits són les estrelles adorno del sel y a la primavera les flos de los verds prats, aixina u són les frasses ingenioses de les loables costums y les converses plassenteres; éstes, com són curtes, convenen mol mes a les dones que als homes, perque mes de les dones que de los homes desdíu lo parlá mol, a pessá de que avui poques o cap dona entén les agudeses y sap contestáles: vergoña general es per a natros y per a cuantes están vives. 

Perque aquella virtut que va está al ánimo de les nostres antepassades, les modernes la han convertit en adornos del cos, y la que se veu en les robes mes recargades y chillones y en mes adornos, se creu que té que sé mol mes que atres honrada, no pensán que si en ves de damún de les espales damún del llom les portare, un ase ne portaríe alguna de elles: y no per naixó hauríe de honrás mes que a un burro.
Me avergoñix díu perque no puc res di de los demés que contra mí no digue: eixes tan assicalades, tan pintades, tan abigarrades o barroques, o com estátues de mármol callades, mudes, insensibles están o, aixina contesten si sels dirigíx la paraula, que mol milló fore que hagueren callat; y mos fan creure que es puresa de ánimo lo no sabé conversá entre Siñores y en los homes cortesos, y a la seua santurronería o beatería li han donat lo nom de honestidat com si cap Siñora honesta fore mes que aquella que en la camarera o en la rentadora o en la cuinera parlo; perque si la naturalesa u haguere volgut com elles u volen fé creure, de un atra manera les haguere limitat lo charrá. 

La verdat es que, com en les demés coses, en ésta ña que mirá lo tems y lo modo y en quí se parle, perque a vegades passe que, creén alguna dona o algún home en alguna frasota o dita aguda fé ficá roch o roija a un atre o atra, no habén medit be les seues forses, aquella vergoña que sobre un atre ha volgut aviá, contra nell mateix o contra nella mateixa l´ha vist torná.
Per lo que, per a que sapigáu guardátos y per a que to se pugue aplicá a vatres aquell proverbio que se diu per tot arreu, de que les dones en tot agarren lo pijó sempre, esta radera novela de les de avui, que me toque contá, vull que tos adiestro, per a que aixina com en noblesa de ánimo estéu separades de los demés, aixina tamé per la exelénsia de les maneres separades de los demés tos mostréu.

No han passat encara mols añs desde que a Bolonia va ñabé un grandíssim meche y de clara fama a tot lo món, y potsé viu encara, de nom ere mestre Alberto. Sén ya vell, prop dels setanta añs, tanta va sé la noblesa del seu espíritu que, habénli ya del cos partit casi tota la caló natural, no va repudiá les amoroses flames habén vist a una festa a una bellíssima Siñora viuda, de nom, segóns diuen algúns, doña Malgherida de los Ghisolieri; y agradánli sobremanera, com un jovenet les va ressibí al seu pit madú, hasta tal pun que no descansabe de nit si lo día anterió no habíe vist lo hermós y delicat rostro de la bella Siñora. 

Y per naixó, va escomensá a frecuentá, a peu o a caball segóns lo que mes a má li veníe, la carrera (carré) aon estabe la casa de esta Siñora.
Per lo que, ella y moltes atres Siñores sen van doná cuenta de la raó de la seua visita y moltes vegades van fé bromes entre elles al vore a un home tan agüelo, de añs y de juissi, enamorat, com si cregueren que esta passió tan plassentera del amor sol als néssios ánims de los joves y no a datra part entrare y se quedare.

Per lo que, continuán lo aná amún y aball pel carré, va passá que un día de festa, están esta Siñora en atres moltes Siñores assentada dabán de la seua porta, y habén vist de lluñ vindre al mestre Alberto cap an elles, totes en ella se van proposá ressibíl y honrál y después gastáli bromes per lo seu enamoramén; y aixina u van fé.
Eixecánse totes lo van invitá a passá dins, lo van portá a un pati fresquet aon van maná portá finíssims vins y dolsaines; y al final, en paraules ingenioses li van preguntá cóm podíe sé alló de está ell enamorat de esta hermosa Siñora sabén que ere amada per mols hermosos, nobles y cortesos joves.
Lo mestre, encara que sentínse atossigat, va ficá alegre gesto y va contestá:

- Siñora, que yo la vullga no té que maravillá a cap sabio, y espessialmen a vos, perque tos u mereixéu. Y encara que als homes vells los haygue tret la naturalesa les forses que se requeríxen per als ejercicios amorosos, no los ha tret la bona voluntat ni lo sabé qué es l´amor, sino que naturalmén lo coneixen milló perque tenen mes coneiximén que los joves. La esperansa que me mou a amátos, yo agüelo a vos amada per mols joves, es ésta:

moltes vegades hay estat a puestos aon hay vist a les dones berenán y minján altramússos, (com les guíxes) y porros; y encara que de los porros res es bo, es menos roín y mes agradable a la boca lo cap, la cabóssa, pero vatres, generalmén guiades per gust equivocat, tos quedáu en lo cap a la má y tos mingéu les fulles, que no sol no valen res sino que tenen mal gust. ¿Y qué sé yo, Siñora, si al triá los amáns no féu lo mateix? Y si u faiguéreu, yo siría lo que siríe triat per vos, y los atres despachats.
La noble Siñora, igual que les atres, avergoñínse una mica, va di:

- Mestre, be y cortésmen mos hau recriminat de la nostra presuntuosa empresa; en tot, lo vostre amor me es volgut, com de home sabio y de pro té que séu, y per naixó, salvaguardán la meua honestidat, diguéume tots los vostres gustos en confiansa. Lo mestre, eixecánse en los seus compañs, va agraí a la Siñora lo ratet passat y despedínse de ella rién y fen festes, sen va aná.
Aixina, la Siñora, sense sabé de quí sen volíe enfotre y fé chánsa, creén guañá va sé vensuda; del que vatres, si sou prudentes, mol be tos guardaréu.

Ya estabe lo sol inclinat cap al ocasso y disminuída en gran part la caló, cuan les narrassións de los joves y de les jovenetes van arribá al final; per lo que, la seua Reina va di: 

- Ara ya, volgudes compañes y compañs, res li falte al meu gobern durán la presén jornada mes que donátos una nova Reina que, segóns lo seu juissi, la seua vida y la nostra gobernará. Y per naixó, en reverénsia an aquell per qui totes les coses viuen y es lo nostre consol, an esta segona jornada Filomena, jove discretíssima, com Reina guiará lo nostre reino. 

Y dit aixó, ficánse de peu y traénse la corona de lloré, en reverénsia an ella se la va ficá, y ella primé y después tots los demés la van saludá com a Reina, y al seu señorío en complassénsia se van sometre. 

Filomena, una mica abochornada de vergoña, veénse coronada en aquell reino y enrecordánse de les paraules poc abáns dites per Pampínea, per a no paréixe mojigata, recobrada la ossadía, primé va confirmá los cárrecs donáts per Pampínea y va disposá lo que per al matí siguién y per al sopá debíe fes, y quedánse allí aon estaben, va escomensá a parlá aixina.

- Mol volguda compañía, encara que Pampínea, per la seua cortessía mes que per la meua virtut, me haygue fet Reina de tots vatros, no me séntigo yo disposada a seguí sol lo meu juissi sobre la forma de viure, y per a que lo que a mí me pareix fé sapiguéu, y pugáu afegí o disminuí al vostre gust, en poques paraules tos u mostraré. Si avui hay reparat be, los modos seguits per Pampínea me pareix que han sigut tots igualmén loables y deleitosos; y per naixó, hasta que, o per massa repetissió o per un atra raó, no mos pórton aburrimén, no penso cambiáls. 

Habén ya, pos, escomensat les órdens del que ham de fé, mos eixecarém, mon anirém a passejá o rondá un rato, y cuan lo sol estigue ponénse soparém a la fresca y, después de algunes cansonetes y atres entreteniméns, mon anirém a dormí. Demá, alsánmos a la fresca, anirém a voltá per aon cadaú vullgue, y com avui ham fet, a la hora vindrém a minjá; ballarém, y cuan mos eixequém de la michdiada, aquí aon avui ham estat tornarém a novelá. Y lo que Pampínea no ha pogut fé, per habé sigut ya tart triada per al gobern, vull yo escomensá a féu, es a di, a restringí dins de algúns límits alló sobre lo que pugám novelá, per a que cadaú tingue tems de podé pensá en alguna bona história sobre lo assunto proposat per a puguéla contá; lo que, si tos agrade, sirá esta vegada que, ya que desde lo prinsipi del món los homes han sigut espentats per la fortuna a casos diferéns, y u sirán hasta lo final, tots ham de contá algo sobre alló: sobre algú que, perseguit per diverses disgustos o dessepsións, haygue arribat contra tota esperansa a bon port. Les dones y los homes, tots per igual, van alabá esta orden y van aprobá que se faiguere; sol Dioneo, tots los atres habén callat ya, va di:

- Siñora meua, com tots éstos han dit, tamé dic yo que es mol plassentera y encomiable la orden per vos donada; pero com grássia espessial tos demano un don, que vull que me sigue confirmat mentres la nostra compañía duro, y es éste: que yo no siga obligat per esta ley de tindre que contá una história segóns un assunto proposat si no vull, sino sobre alló que mes m´agrado contá. Y per a que dingú penso que vull esta grássia com home que no tingue a má prou históries, desde ara me contentaré en sé lo radé que novelo.
La Reina, que lo coneixíe com home divertit, va compendre que no u demanabe mes que per a podé alegrá a la compañía en alguna história divertida si estigueren cansats de tanta narrassió, y en consentimén de los demés, li va consedí la grássia; y eixecánse tots, cap a un regueret de aigua claríssima que de una montañeta baixabe a una vall ombriosa, a la sombra de mols ábres, entre pedres llises, bolos, y verdes herbetes, en pas tranquil sen van aná.

Allí descalsos y ficán los brassos despullats a l'aigua, van escomensá a divertís entre ells de varies maneres. Y al arrimás la hora del sopá van torná cap a la masada y van sená en bona gana y ben a gust; después del sopá, fets portá los instruméns, va maná la Reina que se escomensare una dansa, Emilia va cantá una cansó, acompañada per lo laúd de Dioneo:
Tan me enchise la meua hermosura
que en un atre amor may
ni pensaré ni buscaré la ternura.
En ella vech sempre al espill
lo be que satisfá al intelecto
y ni acsidén nou o pensá vell
lo be me traurá que me es predilecto
pos ¿quin atre amable objecte
podré mirá may
que dóno al meu cor nova ternura?
No se escape este be cuan dessicho,
per sentí un consol, contemplál,
pos lo meu plaé apoye, y lo meu recreo
de tan suave manera, que expresáu
no podría, ni podría experimentáu
cap mortal may
que no haguere abrassat tal tendresa.
Y yo, que a cada instán mes me enséng,
cuan mes en ell fixo la mirada,
tota me entrego an ell, tota me oferixco
gustán ya de la seua promesa amada;
y tanta alegría espero a la meua arribada
a la voreta d´ell, que may
ha sentit aquí dingú tal ternura.

Acabada esta balada, que tots habíen corejat alegremen, encara que a mols los faiguere cavilá la seu lletra, después de algunes caroles, habén passat ya una part de la nit, li va apetí a la Reina finiquitá la primera jornada, y manán enséndre les antorches y cresols, va maná que tots sen anigueren a descansá hasta la matinada; per lo que, cadaú, giránse cap a la seua cámara, aixina u va fé.


ACABE LA PRIMERA JORNADA

SEGONA

PRIMERA JORNADA. NOVELA DÉSSIMA

Lo mestre
Alberto de Bolonia fa discretamen avergoñís a una Siñora que volíe
humillál an ell per está enamorat de ella.







Quedabe, al
acabá Elisa, la radera novela per a la Reina, la que, en femenina
grássia escomensán a parlá, va di:


Nobles joves,
com a les clares nits són les estrelles adorno del sel y a la
primavera les flos de los verds prats, aixina u són les frasses
ingenioses de les loables costums y les converses plassenteres;
éstes, com són curtes, convenen mol mes a les dones que als homes,
perque mes de les dones que de los homes desdíu lo parlá mol, a
pessá de que avui poques o cap dona entén les agudeses y sap
contestáles: vergoña general es per a natros y per a cuantes están
vives. 





Perque aquella virtut que va está al ánimo de les nostres
antepassades, les modernes la han convertit en adornos del cos, y la
que se veu en les robes mes recargades y chillones y en mes adornos,
se creu que té que sé mol mes que atres honrada, no pensán que si
en ves de damún de les espales damún del llom les portare, un ase
ne portaríe alguna de elles: y no per naixó hauríe de honrás mes
que a un burro.


Me avergoñix
díu perque no puc res di de los demés que contra mí no digue:
eixes tan assicalades, tan pintades, tan abigarrades o barroques, o
com estátues de mármol callades, mudes, insensibles están o,
aixina contesten si sels dirigíx la paraula, que mol milló fore que
hagueren callat; y mos fan creure que es puresa de ánimo lo no sabé
conversá entre Siñores y en los homes cortesos, y a la seua
santurronería o beatería li han donat lo nom de honestidat com si
cap Siñora honesta fore mes que aquella que en la camarera o en la
rentadora o en la cuinera parlo; perque si la naturalesa u haguere
volgut com elles u volen fé creure, de un atra manera les haguere
limitat lo charrá. 





La verdat es que, com en les demés coses, en
ésta ña que mirá lo tems y lo modo y en quí se parle, perque a
vegades passe que, creén alguna dona o algún home en alguna frasota
o dita aguda fé ficá roch o roija a un atre o atra, no habén medit
be les seues forses, aquella vergoña que sobre un atre ha volgut
aviá, contra nell mateix o contra nella mateixa l´ha vist torná.


Per lo que,
per a que sapigáu guardátos y per a que to se pugue aplicá a
vatres aquell proverbio que se diu per tot arreu, de que les dones en
tot agarren lo pijó sempre, esta radera novela de les de avui, que
me toque contá, vull que tos adiestro, per a que aixina com en
noblesa de ánimo estéu separades de los demés, aixina tamé per la
exelénsia de les maneres separades de los demés tos mostréu.

No
han passat encara mols añs desde que a Bolonia va ñabé un
grandíssim meche y de clara fama a tot lo món, y potsé viu encara,
de nom ere mestre Alberto. Sén ya vell, prop dels setanta añs,
tanta va sé la noblesa del seu espíritu que, habénli ya del cos
partit casi tota la caló natural, no va repudiá les amoroses flames
habén vist a una festa a una bellíssima Siñora viuda, de nom,
segóns diuen algúns, doña Malgherida de los Ghisolieri; y
agradánli sobremanera, com un jovenet les va ressibí al seu pit
madú, hasta tal pun que no descansabe de nit si lo día anterió no
habíe vist lo hermós y delicat rostro de la bella Siñora. 





Y per
naixó, va escomensá a frecuentá, a peu o a caball segóns lo que
mes a má li veníe, la carrera (carré) aon estabe la casa de esta
Siñora.


Per lo que,
ella y moltes atres Siñores sen van doná cuenta de la raó de la
seua visita y moltes vegades van fé bromes entre elles al vore a un
home tan agüelo, de añs y de juissi, enamorat, com si cregueren que
esta passió tan plassentera del amor sol als néssios ánims de los
joves y no a datra part entrare y se quedare.

Per lo que,
continuán lo aná amún y aball pel carré, va passá que un día de
festa, están esta Siñora en atres moltes Siñores assentada dabán
de la seua porta, y habén vist de lluñ vindre al mestre Alberto cap
an elles, totes en ella se van proposá ressibíl y honrál y después
gastáli bromes per lo seu enamoramén; y aixina u van fé.


Eixecánse
totes lo van invitá a passá dins, lo van portá a un pati fresquet
aon van maná portá finíssims vins y dolsaines; y al final, en
paraules ingenioses li van preguntá cóm podíe sé alló de está
ell enamorat de esta hermosa Siñora sabén que ere amada per mols
hermosos, nobles y cortesos joves.


Lo mestre,
encara que sentínse atossigat, va ficá alegre gesto y va contestá:


- Siñora, que yo la vullga no té que maravillá a cap sabio, y
espessialmen a vos, perque tos u mereixéu. Y encara que als homes
vells los haygue tret la naturalesa les forses que se requeríxen per
als ejercicios amorosos, no los ha tret la bona voluntat ni lo sabé
qué es l´amor, sino que naturalmén lo coneixen milló perque tenen
mes coneiximén que los joves. La esperansa que me mou a amátos, yo
agüelo a vos amada
per mols joves, es ésta:

moltes vegades hay estat a puestos aon
hay vist a les dones berenán y minján altramússos, (com les
guíxes) y porros; y encara que de los porros res es bo, es menos
roín y mes agradable a la boca lo cap, la cabóssa, pero vatres,
generalmén guiades per gust equivocat, tos quedáu en lo cap a la má
y tos mingéu les fulles, que no sol no valen res sino que tenen mal
gust. ¿Y qué sé yo, Siñora, si al triá los amáns no féu lo
mateix? Y si u faiguéreu, yo siría lo que siríe triat per vos, y
los atres despachats.


La noble
Siñora, igual que les atres, avergoñínse una mica, va di:

- Mestre, be y cortésmen mos hau recriminat de la nostra presuntuosa
empresa; en tot, lo vostre amor me es volgut, com de home sabio y de
pro té que séu, y per naixó, salvaguardán la meua honestidat,
diguéume tots los vostres gustos en confiansa. Lo mestre, eixecánse
en los seus compañs, va agraí a la Siñora lo ratet passat y
despedínse de ella rién y fen festes, sen va aná.
Aixina, la
Siñora, sense sabé de quí sen volíe enfotre y fé chánsa, creén
guañá va sé vensuda; del que vatres, si sou prudentes, mol be tos
guardaréu.






Ya estabe lo
sol inclinat cap al ocasso y disminuída en gran part la caló, cuan
les narrassións de los joves y de les jovenetes van arribá al
final; per lo que, la seua Reina va di: 



- Ara ya, volgudes
compañes y compañs, res li falte al meu gobern durán la presén
jornada mes que donátos una nova Reina que, segóns lo seu juissi,
la seua vida y la nostra gobernará. Y per naixó, en reverénsia an
aquell per qui totes les coses viuen y es lo nostre consol, an esta
segona jornada Filomena, jove discretíssima, com Reina guiará lo
nostre reino. 



Y dit aixó, ficánse de peu y traénse la corona
de lloré, en reverénsia an ella se la va ficá, y ella primé y
después tots los demés la van saludá com a Reina, y al seu señorío
en complassénsia se van sometre. 



Filomena, una mica abochornada
de vergoña, veénse coronada en aquell reino y enrecordánse de les
paraules poc abáns dites per Pampínea, per a no paréixe mojigata,
recobrada la ossadía, primé va confirmá los cárrecs donáts per
Pampínea y va disposá lo que per al matí siguién y per al sopá
debíe fes, y quedánse allí aon estaben, va escomensá a parlá
aixina.





- Mol volguda
compañía, encara que Pampínea, per la seua cortessía mes que per
la meua virtut, me haygue fet Reina de tots vatros, no me séntigo yo
disposada a seguí sol lo meu juissi sobre la forma de viure, y per a
que lo que a mí me pareix fé sapiguéu, y pugáu afegí o disminuí
al vostre gust, en poques paraules tos u mostraré. Si avui hay
reparat be, los modos seguits per Pampínea me pareix que han sigut
tots igualmén loables y deleitosos; y per naixó, hasta que, o per
massa repetissió o per un atra raó, no mos pórton aburrimén, no
penso cambiáls. 



Habén ya, pos, escomensat les órdens del que
ham de fé, mos eixecarém, mon anirém a passejá o rondá un rato,
y cuan lo sol estigue ponénse soparém a la fresca y, después de
algunes cansonetes y atres entreteniméns, mon anirém a dormí.
Demá, alsánmos a la fresca, anirém a voltá per aon cadaú
vullgue, y com avui ham fet, a la hora vindrém a minjá; ballarém,
y cuan mos eixequém de la michdiada, aquí aon avui ham estat
tornarém a novelá. Y lo que Pampínea no ha pogut fé, per habé
sigut ya tart triada per al gobern, vull yo escomensá a féu, es a
di, a restringí dins de algúns límits alló sobre lo que pugám
novelá, per a que cadaú tingue tems de podé pensá en alguna bona
história sobre lo assunto proposat per a puguéla contá; lo que, si
tos agrade, sirá esta vegada que, ya que desde lo prinsipi del món
los homes han sigut espentats per la fortuna a casos diferéns, y u
sirán hasta lo final, tots ham de contá algo sobre alló: sobre
algú que, perseguit per diverses disgustos o dessepsións, haygue
arribat contra tota esperansa a bon port. Les dones y los homes, tots
per igual, van alabá esta orden y van aprobá que se faiguere; sol
Dioneo, tots los atres habén callat ya, va di:





- Siñora
meua, com tots éstos han dit, tamé dic yo que es mol plassentera y
encomiable la orden per vos donada; pero com grássia espessial tos
demano un don, que vull que me sigue confirmat mentres la nostra
compañía duro, y es éste: que yo no siga obligat per esta ley de
tindre que contá una história segóns un assunto proposat si no
vull, sino sobre alló que mes m´agrado contá. Y per a que dingú
penso que vull esta grássia com home que no tingue a má prou
históries, desde ara me contentaré en sé lo radé que novelo.


La Reina, que
lo coneixíe com home divertit, va compendre que no u demanabe mes
que per a podé alegrá a la compañía en alguna história divertida
si estigueren cansats de tanta narrassió, y en consentimén de los
demés, li va consedí la grássia;
y eixecánse tots, cap a un regueret de aigua claríssima que de una
montañeta baixabe a una vall ombriosa, a la sombra de mols ábres,
entre pedres llises, bolos, y verdes herbetes, en pas tranquil sen
van aná.

Allí descalsos y ficán los brassos despullats a l'aigua,
van escomensá a divertís entre ells de varies maneres. Y al arrimás
la hora del sopá van torná cap a la masada y van sená en bona gana
y ben a gust; después del sopá, fets portá los instruméns, va
maná la Reina que se escomensare una dansa, Emilia va cantá una
cansó, acompañada per lo laúd de Dioneo:


Tan me enchise
la meua hermosura


que en un atre
amor may


ni pensaré ni
buscaré la ternura.


En ella vech
sempre al espill


lo be que
satisfá al intelecto


y ni acsidén
nou o pensá vell


lo be me
traurá que me es predilecto


pos ¿quin
atre amable objecte


podré mirá
may


que dóno al
meu cor nova ternura?


No se escape
este be cuan dessicho,


per sentí un
consol, contemplál,


pos lo meu
plaé apoye, y lo meu recreo


de tan suave
manera, que expresáu


no podría, ni
podría experimentáu


cap mortal may



que no haguere
abrassat tal tendresa.


Y yo, que a
cada instán mes me enséng,


cuan mes en
ell fixo la mirada,


tota me
entrego an ell, tota me oferixco


gustán ya de
la seua promesa amada;


y tanta
alegría espero a la meua arribada


a la voreta
d´ell, que may


ha sentit aquí
dingú tal ternura.






Acabada esta
balada, que tots habíen corejat alegremen, encara que a mols los
faiguere cavilá la seu lletra, después de algunes caroles, habén
passat ya una part de la nit, li va apetí a la Reina finiquitá la
primera jornada, y manán enséndre les antorches y cresols, va maná
que tots sen anigueren a descansá hasta la matinada; per lo que,
cadaú, giránse cap a la seua cámara, aixina u va fé.





ACABE LA
PRIMERA JORNADA




SEGONA